domingo, 7 de septiembre de 2008

Dos caras de Cuba

Son una Cuba distinta la que he visto reflejada en la pantalla de la que he encontrado en las páginas. Una es la Cuba de la Revolución, la que vivía el final del régimen de Batista y el ascenso al poder de Fidel Castro. Otra es la que sobrevive en la actualidad con un mismo escenario medio siglo más tarde. La primera es la que se muestra en Che, el argentino, la película en la que Benicio del Toro interpreta al revolucionario. Esta producción que comienza con el momento en el que Ernesto Guevara y Fidel Castro se conocen en Méjico, nos narra la revolución hasta llegar al asalto a Santa Clara, un enclave que permitió a los rebeldes entrar en La Habana y proclamar la victoria de la revolución en Cuba. A lo largo de la película se intercalan las escenas que nos sitúan en Nueva York, en aquellos días en los que el Che asiste a la Asamblea de Naciones Unidas en representación del Gobierno cubano.

Pero Santa Clara es también la ciudad en la que se desarrolla la acción de La vida es un tango, una obra del género policiaco que he leído últimamente. Esta novela negra del escritor cubano Lorenzo Lunar está ambientada en la actualidad, lo que permite contrastar la realidad de un mismo lugar en dos momentos muy distintos. Cuando tuve la oportunidad de conocer a este autor hace unos meses, gracias al encuentro que en el que nos dio cita un amigo en común como es Jesús Lens, me recomendó el mismo esta obra por el panorama que ofrece de cual es la realidad cubana y de cómo la interpreta en clave política.

Aunque ambas pretenden ofrecer una visión real de la historia, no dejan de ser ficciones. En ese sentido me resulta paradójica la forma de revelar la figura de Che Guevara, un personaje que levanta tantas pasiones como rechazos en cualquier rincón del planeta. Su rostro es una de las imágenes más reproducidas de la historia como adalid de la libertad de los pueblos. El tiempo lo ha convertido en un icono de la lucha por la libertad, y la película nos muestra otras facetas, como la del intelectual convencido de la imprescindible educación para la emancipación de los pueblos, su pragmatismo económico en búsqueda de una auténtica distribución de la riqueza, o el compromiso que lo llevaba a arriesgar la vida para defender sus ideales. Pero también descubrimos en la pantalla un Che guerrillero al que no le temblaba el pulso cuando mataba. Rasgos que nos permiten comprender su intervención ante la Asamblea General de Naciones Unidas tras el fin de la revolución en la que señaló que fusilamientos, sí, hemos fusilado; fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario. Nuestra lucha es una lucha a muerte.

El triunfo de la revolución que vemos plasmada en Che, el argentino, tuvo varios elementos en los que encontrar apoyo. Uno de esos pilares es el rechazo existente por parte del pueblo al régimen de Batista. Esta era una dictadura en la que la corrupción campaba entre el funcionariado, donde los privilegios de los terratenientes ahogaban al campesinado, y para la que no existían derechos ni libertades civiles. Esto llevaba al pueblo a desear un cambio que, como dictaban las líneas ideológicas de Che, debía incluir la lucha contra el imperialismo y por consiguiente el enfrentamiento con los Estados Unidos.

Y el resultado de medio siglo de régimen comunista, de economías planificadas, y de bloqueo estadounidense es lo que encontramos en La vida es un tango. Esta obra nos describe las investigaciones de Leo Martín, un jefe de la policía de Santa Clara. A lo largo de la historia podemos descubrir cual es el día a día de un barrio bajo de esta ciudad, con sus crímenes, las penurias por las que pasan, y los turbios asuntos que recorren sus calles. Un escenario donde los personajes no solo nos manifiestan sus miserias económicas, sino también las que derivan del propio sistema político. La censura, la sustracción, las limitaciones, el temor al Partido, todo aquello que nos hace comprobar como nada ha mejorado desde aquella dictadura de Batista. Como la igualdad solo se ha hecho realidad en la pobreza y la falta de libertades.

Son situaciones que muchos podemos contrastar bien, cuando el personaje se refiere al barrio como el monstruo, porque para quienes vivimos en un Barrio –con mayúscula- sabemos hasta donde te puede influir en la vida. El barrio es ese colectivo que se siente identificado en un todo que es la ciudad, y no por una simple división administrativa, sino por el sentimiento de pertenencia al grupo que genera. Por los lazos que creas con su gente, los sentimientos que despierta en ti el pasear por sus calles, o porque sabes que nunca podrás escapar a él.

3 comentarios:

Bomarzo dijo...

Qué ganas tengo de ver la película, hermano.

Anónimo dijo...

Gran guión, gran montaje, gran película. El Che se muestra a sí mismo, sin necesidad de más. Me gustó mucho.
Rigoletto

Javier Callejón dijo...

Como te dije Rigoletto, no es lo que me esperaba. Aún así espero a la segunda entrega (que todavía no tiene fecha de estreno) que nos mostrará la etapa de su vida en Bolivia. Pero ya te digo, ni tanto ni tan poco, aunque recomiendo a todos que la vean, y yo la próxima que tengo en la lista: Los girasoles ciegos, ¿quién se apunta?

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