martes, 12 de agosto de 2008

La hospitalidad del levante

Hago un alto en el camino para sentarme ante el ordenador con la intención de escribiros algunas notas sobre los sitios que visito y de trasladaros las instantáneas que se han grabado en mi retina. Porque los últimos días han sido momento para compartir charla, bailes y mucho cachondeo. Tuve, gracias a la invitación de Miguel Rivas, la oportunidad de pasar el fin de semana en Carchuna y Calahonda. Este es un enclave cuya visita estival se ha convertido en tradición para el viejo grupo de amigos de La Chana. Desde aquellas primeras acampadas-moragas que celebrábamos a mediados de los ´90 y que duraban todo un fin de semana, hasta las estancias mucho más cómodas que tenemos ahora al dormir en el apartamento, siempre ha permanecido algo, la amistad, de quienes nos han ido conociendo durante todos estos años y que nuevamente al llegar nos reciben como si fuéramos uno más de quienes permanecen allí todo el verano. Se me escapa una sonrisa al pensar en aquellos quinceañeros que bajábamos en autobús y dormíamos en la playa. Sonrío al compararlos con la gente que este fin de semana nos hemos vuelto a ver, algunas de esas personas ahora veranean con sus parejas, e incluso con su prole, los temas de conversación giran en torno a la situación económica o política, pero hay algo que no cambia y son los buenos momentos de los que disfrutamos. La alegría que se siente al volver a ver a quienes tanto tiempo hacía que no encontraba, Marta, Fran, Vanesa, María…

Y tras unos días continué con mi personal periplo. La tarde del domingo ponía dirección hacia el levante almeriense junto a mí siempre amigo Matías. El viaje lo hicimos tranquilos, mientras el conducía, yo seleccionaba el flamenco que escuchábamos, y la charla nos acompañaba de manera amena. El avance en la construcción de la autovía de la costa, y su dificultad traducida en un alto coste y retrasos difíciles de comprender; la impresión que causa atravesar el Campo de Dalías, como quien navega en un mar de plásticos e invernaderos, y las dudas sobre su sostenibilidad; o la aridez del interior de la provincia almeriense y las dificultades económicas a las que se enfrenta por esa falta de recursos, fueron algunos de los temas que nos acompañaron hasta llegar al levante almeriense.

La primera cita la teníamos esa misma noche, en el acto de presentación de la agrupación de Juventudes Socialistas. Para mi siempre es una satisfacción ver como crece nuestra organización, pero lo es aún más comprobar la ilusión de jóvenes que comienzan a dar sus primeros pasos, de quienes ven como a través de la política pueden cambiar las cosas y mejorar sus municipios. Este es el caso de las Juventudes Socialistas de Garrucha, que encabezadas por Juan y Maria, tienen el punto de mira puesto en recuperar la alcaldía en las próximas elecciones municipales. Desde los quince hasta los veintitantos años, jóvenes que trabajan de la mano del PSOE, pero que a la vez ponen en marcha iniciativas que tienen luz propia, como esta presentación en la que reunieron un público formado por más de 200 personas, o la revista que en tono humorístico editan, El Burladero Garruchero.

Pero esta visita al levante almeriense ha sido también la oportunidad para conocer una zona que personalmente me ha impresionado. Como tuve la ocasión de comentarle a Juan Andrés, compañero y anfitrión nuestro, se han dado todas las circunstancias para que tanto Matías como yo aseguremos que regresaremos. Porque nos ha encantado el ambiente que se respira al pasear junto a sus gentes, las magníficas playas de las que disfrutar, y porque es de agradecer la hospitalidad con la que nos han tratado Andrés y Mari. Y es que si en algún momento habíamos pensado en largos días de playa, estos se disuadieron dejando lugar a paseos por el pueblo, visitas al puerto y a la lonja, o a reuniones alrededor de una buena mesa. Y las referencias gastronómicas me obligan a trasladaros una recomendación, la que me hicieron llegar unos días antes, aprovechad para comer pescado porque allí va del mar a la mesa, y en particular, me permito recomendar las gambas de Garrucha, un manjar que no está al alcance de cualquier bolsillo, pero que se puede convertir en el mejor recuerdo de nuestra visita a Garrucha.

Y continuando con la narración de estos días como no vamos a hacer referencia a los momentos más festivos, los que nos llevaron a visitar los chiringuitos que se alinean en la playa de Mojacar y en los que encontramos ese ambiente del buen rollito, música pop y house con la que vibrar, y cócteles a pie de playa desde el mediodía hasta la noche. Y este contraste me llevó a tomar conciencia de las diferencias que se habían establecido entre estos dos municipios durante los últimos años. Mientras la Garrucha gobernada hasta hace un año por socialistas mantenía su espíritu de comunidad, apostando por el comercio tradicional y los equipamientos colectivos, en Mojacar, con otros partidos en el gobierno, se percibía el individualismo de las extensas urbanizaciones y grandes hoteles, el anonimato de quien participa en un sistema de consumo turístico protagonizado por multitud de locales de ocio. Es como si nos adentráramos en la zona de movida de alguna de las grandes ciudades, llegando a encontrar a pie de playa hasta discotecas en las que miles de jóvenes se den cita, aunque en nuestro caso, no sin antes haber disfrutado de una buena barbacoa con la que hacer frente a la noche de fiesta.

1 comentario:

María Martín Calvo dijo...

Aburrirte no te aburres!!!
Disfruta de la vida y tu vida.
Salud, saludos y Paz...

Siempre... Lía

Blogosfera Progresista