En pleno verano sientes como estás desubicado en tu propia ciudad. Cuando paseo por las calles no encuentro a las personas que las inundan cualquier día del año, los y las estudiantes han desaparecido, y lo único que pervive son un gran número de turistas que día a día se van dando el relevo. Pero esta sensación de extrañeza desaparece en el momento en el que soy yo quien se traslada. Cuando visito otra ciudad o voy a la costa en verano siento como soy parte de ese paisaje, es un enclave turista, y yo no dejo de ser un visitante, un pasajero que graba la instantánea en su retina antes de proseguir su camino.
Todas estas reflexiones me vienen a la cabeza en el momento en el que pienso en que solo me faltan un par de días para dejar mi ciudad. Son distintos asuntos los que me han retenido aquí, desde los distintos congresos del PSOE hasta la planificación de las actividades de Foro Joven para otoño. He llegado al comienzo del mes de agosto acabando distintas tareas, pero me voy con la tranquilidad de que todos esos asuntos se quedan cerrados. Esto no significa que pueda presumir de unas vacaciones en las que me dedique a cultivar la pereza, porque son otros tantos temas los que pretendo abordar en las próximas semanas.
La cercanía de los temidos exámenes de septiembre, que me obligará a dedicar bastantes ratos al estudio; o la respuesta a las distintas invitaciones que me llevarán a hablar de política por distintos enclaves de nuestras costas; y la lectura y redacción de textos con los que hacer frente a los retos que nos planteará el nuevo curso, son algunas de las obligaciones que me ocuparán durante el resto del mes de agosto.
Pero no todo serán obligaciones –no por ello menos gratas, pero obligadas-. También tendré oportunidad de disfrutar del baño y los atardeceres en la playa, de la compañía de quienes hace tiempo que no puedo abrazar, de conocer nuevos lugares… En este sentido tuve la ocasión hace unos días de realizar unas escapadas –que no cuento como vacaciones porque me regresan de nuevo a Granada sin ofrecerme la oportunidad de alejarme de la cotidiano- de visitar dos puntos muy distintos de nuestra geografía.
El primero fue la playa de Los Muertos, en pleno Parque Natural de Cabo de Gata. Este espacio natural me llevo a una reflexión sobre las barbaridades que es capaz de cometer el hombre. Situada en el término municipal de Carboneras, conocido entre otras cosas por el caso del Hotel Algarrobico, se encuentran una central térmica, una cementera y una de las mayores desaladoras de Europa. Y fue en el momento en el que pisé aquella playa virgen, cuando me sorprendió la visión que en la fotografía superior os presento. A nadie más le llamó la atención, pero personalmente me hizo preguntarme durante todo el día como las personas pueden disfrutar de una paraje natural cuando ante sus ojos se levanta toda una instalación energético-portuaria como la que se atisba al fondo de la playa y a escasos miles de metros.
Otra sensación muy distinta fue la que me invadió durante el final de esta semana. Junto con María José y sus hermanas he disfrutado de un par de días en Puerto Serrano, un pueblo enclavado en la Sierra de Cádiz. Me resultó sorprendente como a tan solo una hora del ajetreo de Sevilla encontramos un lugar donde la charla sosegada en la entrada de las casas le hacía sombra a las televisiones en prime time. Un rincón donde pese a sorprenderme por la gran cantidad de bares en los que disfrutar de una refrescante cerveza, aún no han llegado las grandes multinacionales de la hamburguesa o la pizza. Toda una ladera en la que ninguna construcción contrasta con las dos plantas que tienen todas las viviendas.
En definitiva un pueblo de los de toda la vida, de los que aún quedan por nuestra geografía, y que se han visto salvados de la modernidad por su lejanía de las grandes ciudades y de las zonas costeras. Fue esto lo que me hizo reflexionar en torno a la sociedad de nuestras urbes, donde no solo hemos apostado por cuestiones urbanísticas, sino también por la sustitución de las relaciones personales por un nuevo modelo de relaciones en las que nuestro interlocutor es la televisión, el escaparate, el coche… es decir, el objeto que represente la modernidad, sin entrar en valoraciones sobre la idoneidad en muchos casos de ese modelo cultural. Quizás esa reflexión sobre lo que debemos de mantener y lo que debemos de cambiar en nuestras costumbres, en nuestros paisajes, o en nuestras relaciones, sea una tarea pendiente de nuestra sociedad.
Todas estas reflexiones me vienen a la cabeza en el momento en el que pienso en que solo me faltan un par de días para dejar mi ciudad. Son distintos asuntos los que me han retenido aquí, desde los distintos congresos del PSOE hasta la planificación de las actividades de Foro Joven para otoño. He llegado al comienzo del mes de agosto acabando distintas tareas, pero me voy con la tranquilidad de que todos esos asuntos se quedan cerrados. Esto no significa que pueda presumir de unas vacaciones en las que me dedique a cultivar la pereza, porque son otros tantos temas los que pretendo abordar en las próximas semanas.
La cercanía de los temidos exámenes de septiembre, que me obligará a dedicar bastantes ratos al estudio; o la respuesta a las distintas invitaciones que me llevarán a hablar de política por distintos enclaves de nuestras costas; y la lectura y redacción de textos con los que hacer frente a los retos que nos planteará el nuevo curso, son algunas de las obligaciones que me ocuparán durante el resto del mes de agosto.
Pero no todo serán obligaciones –no por ello menos gratas, pero obligadas-. También tendré oportunidad de disfrutar del baño y los atardeceres en la playa, de la compañía de quienes hace tiempo que no puedo abrazar, de conocer nuevos lugares… En este sentido tuve la ocasión hace unos días de realizar unas escapadas –que no cuento como vacaciones porque me regresan de nuevo a Granada sin ofrecerme la oportunidad de alejarme de la cotidiano- de visitar dos puntos muy distintos de nuestra geografía.
El primero fue la playa de Los Muertos, en pleno Parque Natural de Cabo de Gata. Este espacio natural me llevo a una reflexión sobre las barbaridades que es capaz de cometer el hombre. Situada en el término municipal de Carboneras, conocido entre otras cosas por el caso del Hotel Algarrobico, se encuentran una central térmica, una cementera y una de las mayores desaladoras de Europa. Y fue en el momento en el que pisé aquella playa virgen, cuando me sorprendió la visión que en la fotografía superior os presento. A nadie más le llamó la atención, pero personalmente me hizo preguntarme durante todo el día como las personas pueden disfrutar de una paraje natural cuando ante sus ojos se levanta toda una instalación energético-portuaria como la que se atisba al fondo de la playa y a escasos miles de metros.
Otra sensación muy distinta fue la que me invadió durante el final de esta semana. Junto con María José y sus hermanas he disfrutado de un par de días en Puerto Serrano, un pueblo enclavado en la Sierra de Cádiz. Me resultó sorprendente como a tan solo una hora del ajetreo de Sevilla encontramos un lugar donde la charla sosegada en la entrada de las casas le hacía sombra a las televisiones en prime time. Un rincón donde pese a sorprenderme por la gran cantidad de bares en los que disfrutar de una refrescante cerveza, aún no han llegado las grandes multinacionales de la hamburguesa o la pizza. Toda una ladera en la que ninguna construcción contrasta con las dos plantas que tienen todas las viviendas.
En definitiva un pueblo de los de toda la vida, de los que aún quedan por nuestra geografía, y que se han visto salvados de la modernidad por su lejanía de las grandes ciudades y de las zonas costeras. Fue esto lo que me hizo reflexionar en torno a la sociedad de nuestras urbes, donde no solo hemos apostado por cuestiones urbanísticas, sino también por la sustitución de las relaciones personales por un nuevo modelo de relaciones en las que nuestro interlocutor es la televisión, el escaparate, el coche… es decir, el objeto que represente la modernidad, sin entrar en valoraciones sobre la idoneidad en muchos casos de ese modelo cultural. Quizás esa reflexión sobre lo que debemos de mantener y lo que debemos de cambiar en nuestras costumbres, en nuestros paisajes, o en nuestras relaciones, sea una tarea pendiente de nuestra sociedad.
2 comentarios:
Unos llegamos y otros os vais. Un abrazo, buenas vacaciones, pero no tardes en volver!!!!
Javi!
Cuánto tiempo!... Saludos y buenas vacaciones!, te envío mi nueva dirección de blog, visítame de vez en cuando y te das un garbeillo... besos...
http://liavegaerao.blogspot.com/
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