Cuando hoy me he levanto y encendido el televisor mientras desayunaba he sentido que me empezaban a joder el día. A esa hora he encontrado una entrevista a Soraya Saenz de Santamaría en Televisión Española, y por no empezar el día irritado por sus comentarios he cambiado de canal, en Telecinco despachaban un debate con María Teresa Campos, la cual no es de mis presentadores preferidas, así que he seguido haciendo zapping y he aterrizado en Antena 3. Ahí encuentro el motivo de mi enfado matutino, un debate en torno a un asunto de tal trascendencia para nuestro país como son unas fotos aparecidas este fin de semana de la Ministra de Defensa, Carme Chacón, junto a su bebé.Las escenas han dado de si para todo un aluvión de críticas de los contertulios sobre la capacidad y la oportunidad de que sea esta figura la que ocupe la cartera de Defensa. En este sentido no ha dado tregua en denunciar la falta de tiempo para atender sus responsabilidades, ya que debe de cuidar de su bebé. Y en algunos casos, como en el de Miguel Ángel Rodríguez, portavoz del Gobierno de Aznar en su primer periodo, hasta de señalar el origen catalán y la juventud de la política como un elemento que recomienda que no esté al mando de las fuerzas armadas. En definitiva, una ristra de sandeces que nos muestran el machismo encubierto que aún respiramos incluso en nuestros medios de comunicación.
Claro que no debería sorprender que la maternidad de una política sea puesta en cuestión, si recordamos que una de las críticas lanzadas contra el actual Gobierno tras su presentación fue el elevado número de mujeres que lo formaban. Llegando en algunos casos a provocar comentarios que en otro momento hubieran llevado a conflictos diplomáticos, como los lanzados por ese personaje que dirige a nuestra vecina Italia cuando señaló que el Gobierno de España es demasiado rosa.
Son muestras de la ira que provocó entre el machismo español el constatar que las mujeres avanzan hacia la igualdad, y que se tradujo en una campaña de desprestigio hacia las ministras, cargando esencialmente en Carme Chacón y Bibiana Aido.Aido no ha sido objeto de menos ataques, algunos enfocados a denunciar su juventud –me pregunto que tiene de perjudicial que un Gobierno integre a los y las jóvenes-, en segundo se cuestionó la necesidad de que existiera un Ministerio de Igualdad, como si esa no fuera prioridad para una sociedad como la nuestra, y finalmente viendo que ninguno de esos dardos erosionaban a la gaditana, se lanzaron a criticar sus acciones. En este sentido de modo bastante triste pues no habló nadie de las medidas políticas desarrolladas desde el departamento, sino de una simple torpeza al introducir el termino miembra en una de sus intervenciones.
Pero la derecha española, y la Iglesia en particular, ya han encontrado donde morder duro. El anuncio por parte de Bibiana Aido de comenzar a trabajar para la elaboración de una nueva Le del Aborto ha desatado todas las iras. Tanto los como las machistas de nuestro país han visto como esta iniciativa pone en peligro la unidad de España, la fé de la humanidad y no se que historias mas. Pero para quienes lo vemos desde fuera lo único que se resquebraja aquí es la autoridad de los hombres sobre las mujeres, ese machismo que no solo pervive, sino que se ve alentado desde algunos medios de comunicación.
La iniciativa del Gobierno será una garantía tanto para las mujeres como para los profesionales médicos, y además una victoria sobre quienes en los últimos meses han protagonizado los lamentables capítulos vividos en clínicas abortistas de Madrid. Con este texto nos situaremos en igualdad con la inmensa mayoría de Estados europeos que disponen de leyes de plazos, en lugar de nuestra desfasada ley de casos, con la que la posibilidad de abortar queda al arbitrio de algunos profesionales. Pero ante todo es un texto que significará un avance en la plena igualdad de la mujer, en la emancipación de una población femenina que aún se ve sometida en ocasiones a la voluntad masculina.
Esta Ley será un ladrillo más que caerá en esa lucha por derribar el muro de las desigualdades. Un muro que comenzó a resquebrajarse cuando hace décadas las sufragistas pedían el voto para las mujeres, cuando otras reivindicaban su derecho a estudiar igual que los hombres, cuando el divorcio les otorgó la posibilidad de decidir con quien quería compartir su vida… Un muro al que aún quedan muchos ladrillos por retirar.






















Se acerca el fatídico 31 de agosto, y pese a que venga a nuestras cabezas la imagen de aquel maravilloso grupo de niños y niñas que junto a Chanquete cantaban aquello de no nos moverán, en nuestro caso no creo que vaya a ser así. Llegó el final del verano, y con él, el regreso a la ciudad, los exámenes, el madrugar, los atascos, las reuniones, las prisas… Se va un mes de agosto que me ha permitido, al igual que a millones de españoles, poder disfrutar de la ausencia de horarios y del descanso ante las obligaciones. Un mes que comenzó con ilusión y termina con esperanza.
La ilusión venía de la mano de los 29º Juegos Olímpicos en Pekín. Esta cita, que hemos visto clausurada hace unos días, ha sido alagada por parte de deportistas, medios de comunicación y autoridades por la espectacular puesta en escena llevada a cabo por el gigante asiático. Como reza su lema, citius, altius, fortius, los y las deportistas han batido record, han logrado medallas, y han protagonizado multitud de anécdotas. Esto ha sido lo que ha ocupado las más de cinco mil horas de emisión televisiva, pasando página a las que fueran noticia en los meses previos a la celebración –conflictos independentistas en regiones del oeste de China, protestas pro-tibetanas, censura y represión en el interior del país, etc.-.
De este modo el Gobierno chino no solo ha corrido un velo sino que ha levantado un muro que ocultara las vergüenzas, si algunos Estados u organismos internacionales confiaban en el espíritu olímpico para asentar los Derechos Humanos han visto sus expectativas frustradas. Incluso para el Partido Comunista Chino esta ha sido la oportunidad para demostrar a su ciudadanía que el funcionamiento actual del régimen es el mejor, como demuestran los resultados obtenidos.
A nivel internacional no solo el país asiático ha desviado la atención sobre sus continuas violaciones de los derechos civiles, sino que ha logrado que los miles de medios de comunicación destacados allí trasladen la imagen que desde el Gobierno se desea proyectar. En un mundo globalizado China ha sabido sacar partido a un evento como este para exponer su poderío. Ha demostrado la capacidad humana y el desarrollo organizativo que es capaz de desplegar.
Ha tenido cientos de horas de televisión y miles de fotografías para exponer al mundo entero que el gigante asiático no solo es el hogar de uno de cada cinco habitantes del planeta, sino que además se trata de un país que está preparado para afrontar el siglo XXI. China ha exportado una imagen de modernidad plasmada en la cobertura tecnológica, en una arquitectura soberbia, con unas celebraciones inolvidables, luchando contra la contaminación…
Creo que debemos felicitar a nuestros deportistas, a quienes consiguieron medallas y a quienes participaron representando a España con menos suerte, pero no creo que debamos olvidar nunca que detrás de todos estos fastos se esconden las vergüenzas de una de las mayores potencias mundiales. Confío en el espíritu del olimpismo pero creo que es ese mismo el que nos debería llevar a reflexionar sobre ello y hacer del deporte un arma que luchara por la libertad y la igualdad.
Como decía Jack Roggers, Presidente del Comité Olímpico Internacional durante el discurso de clausura, en clara referencia a georgianos y rusos, que al finalizar estos Juegos Olímpicos convivamos como lo hemos hecho durante estos días. Y ¿por qué no pedir que ese espíritu inunde también China durante los próximos años? Tal vez estos Juegos que pretendían servir de horizonte para la modernización política del gigante asiático, se hayan visto frustrados si se han convertido en los pilares sobre los que asentar la continuidad de un régimen comunista que no debemos permitir en el futuro.
Pero tras la desilusión que me provoca la continuidad del sistema político chino, me surge una esperanza, la que se sembró hace meses y estos días ha florecido.
Obama es el depositario la confianza de una gran masa de población de raza negra que espera ver como se marca un hito con la elección del primer Presidente negro de los EEUU. También es el candidato en el que se vuelcan quienes hasta hace poco apoyaban a Hilary Clinton, porque ella se lo ha pedido. Pero la puesta en escena llevada a cabo durante estos días en la Convención ha significado además, el reflejo del sueño americano en Obama. La televisión se ha encargado de repetirlo, y es cierto, Obama se convierte cada día que pasa en el resurgir de dos espíritus, los de Luther King y John F. Kennedy. Porque el mensaje que traslada no es el del imperialismo ni el de la confrontación, sino el de un protagonismo internacional basado en el consenso. Esto es algo que le ha permitido ganarse simpatías a nivel internacional, especialmente en Europa, otro gigante que no deja de prestar atención a los movimientos del imperio norteamericano. Pero también gana apoyos a nivel interno con una mirada a las clases medias, o con un discurso en el que no se olvida de quienes confían en él para mejorar su situación. Como señalaba el propio Obama, es difícil para la gente comprender como el que llamamos el mejor país del mundo es a la vez uno de los que más recelos despierta en la población del planeta.
Obama ha destellado estos días como la esperanza de significar un giro en la política estadounidense, y lo ha escenificado de manera impresionante. Con hitos del pasado, como el acto final ante más de 80.000 personas, emulando a Kennedy; con la presencia de pesos pesados del Partido Demócrata como el ex-Presidente Clinton, el del senador Edward Ted 















