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Etiquetas: Ciudadanía, Política Nacional
Principio 2
El niño gozará de una protección especial y dispondrá de oportunidades y servicios, dispensado todo ello por la ley y por otros medios, para que pueda desarrollarse física, mental, moral, espiritual y socialmente en forma saludable y normal, así como en condiciones de libertad y dignidad. Al promulgar leyes con este fin, la consideración fundamental a que se atenderá será el interés superior del niño.
Principio 3
El niño tiene derecho desde su nacimiento a un nombre y a una nacionalidad.
Principio 4
El niño debe gozar de los beneficios de la seguridad social. Tendrá derecho a crecer y desarrollarse en buena salud; con este fin deberán proporcionarse, tanto a él como a su madre, cuidados especiales, incluso atención prenatal y postnatal. El niño tendrá derecho a disfrutar de alimentación, vivienda, recreo y servicios médicos adecuados.
Principio 5
El niño física o mentalmente impedido o que sufra algún impedimento social debe recibir el tratamiento, la educación y el cuidado especiales que requiere su caso particular.
Principio 6
El niño, para el pleno y armonioso desarrollo de su personalidad, necesita amor y comprensión. Siempre que sea posible, deberá crecer al amparo y bajo la responsabilidad de sus padres y, en todo caso, en un ambiente de afecto y de seguridad moral y material; salvo circunstancias excepcionales, no deberá separarse al niño de corta edad de su madre. La sociedad y las autoridades públicas tendrán la obligación de cuidar especialmente a los niños sin familia o que carezcan de medios adecuados de subsistencia. Para el mantenimiento de los hijos de familias numerosas conviene conceder subsidios estatales o de otra índole.
Principio 7
El niño tiene derecho a recibir educación, que será gratuita y obligatoria por lo menos en las etapas elementales. Se le dará una educación que favorezca su cultura general y le permita, en condiciones de igualdad de oportunidades, desarrollar sus aptitudes y su juicio individual, su sentido de responsabilidad moral y social, y llegar a ser un miembro útil de la sociedad.
El interés superior del niño debe ser el principio rector de quienes tienen la responsabilidad de su educación y orientación; dicha responsabilidad incumbe, en primer término, a sus padres.
El niño debe disfrutar plenamente de juegos y recreaciones, los cuales deben estar orientados hacia los fines perseguidos por la educación; la sociedad y las autoridades públicas se esforzarán por promover el goce de este derecho.
Principio 8
El niño debe, en todas las circunstancias, figurar entre los primeros que reciban protección y socorro.
Principio 9
El niño debe ser protegido contra toda forma de abandono, crueldad y explotación. No será objeto de ningún tipo de trata.
No deberá permitirse al niño trabajar antes de una edad mínima adecuada; en ningún caso se le dedicará ni se le permitirá que se dedique a ocupación o empleo alguno que pueda perjudicar su salud o su educación o impedir su desarrollo físico, mental o moral.
Principio 10
El niño debe ser protegido contra las práticas que puedan fomentar la discriminación racial, religiosa o de cualquier otra índole. Debe ser educado en un espíritu de comprensión, tolerancia, amistad entre los pueblos, paz y fraternidad universal, y con plena conciencia de que debe consagrar sus energías y aptitudes al servicio de sus semejantes.
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Carlos Javier Palomino, con 16 años, se convirtió en una víctima de este enfrentamiento al fallecer víctima del ataque de miembros de la extremaderecha el pasado 11 de noviembre en la estación de metro de Legazpi. El joven junto con más antifascistas se dirigía a una contra-manifestación en protesta por la organizada por Democracia Nacional. Desde la ultraderechista organización se había convocado, con los oportunos permisos, una marcha con tintes racistas y xenófobos en defensa de España y en contra de la inmigración, y ésta iba a encontrar la respuesta de los movimientos antifascistas. Aunque personalmente me sienta indignado por esta muerte y pueda compartir algunos de los valores que llevaban a este joven hacia la contra-manifestación, si que no considero oportuno aclamarlo como mártir de una causa sin sentido que tan solo alimenta una espiral de enfrentamientos entre grupos extremos que pretende terminar en más luchas. No creo que los valores de la izquierda deban pasar por la intolerancia hacia la derecha, sino por la convivencia y el diálogo entre ideologías.
Pero no ha sido este el único episodio donde el españolismo puede fijarse como causa. La pasada Cumbre Iberoamericana tuvo un enfrentamiento entre la delegación española, encabezada por Juan Carlos I y José Luís Rodríguez Zapatero, y el Presidente venezolano, Hugo Chavez, que se ha convertido en portada de todos los medios internacionales. El incidente quizás hubiera pasado sin más en la escena política española sino fuera por las críticas realizadas desde el Partido Popular a la actitud de Zapatero y los elogios al monarca, pese a que ambos tuvieron una misma posición de defensa del interés nacional en la Cumbre. La cúpula popular está segura de que hubiera dirigido la situación mejor que nadie, porque, nadie mejor que el Partido Popular para hacer patria.
Dicta el refrán, de aquellas aguas vienen estos lodos. Y podría seguir escribiendo sobre la Ley de Memoria Histórica que a algunos sectores de nuestra sociedad tanto les irrita, o sobre las reformas estatutarias que consolidan el Estado de las autonomías, pero valga lo anterior para no extenderme. Llevamos cuatro largos años de patriotismo exasperado de la derecha española, alimentado por cada argumento del Partido Popular, representado en la marea roja y gualda, y escenificado en la multitud de manifestaciones y actos populares que tan solo tenían como intención sacar el ego patriótico de sus votantes. Hemos asistido a la exaltación del españolismo sin haber realizado antes una reflexión entorno a las consecuencias que eso conllevaba. Y el resultado no son más banderitas en nuestras muñecas, sino más prejuicios hacia la inmigración, malas miradas a quienes visten o tienen un color de piel diferente, como si eso significara no ser de aquí. También vemos una polarización de las posiciones políticas, porque la derecha tiene claro que es más españolista que la izquierda, aunque no lo demuestre. Aparece también un sentimiento de recelo hacia quienes no comparten instituciones mayoritarias, como la religión católica, la heterosexualidad, los modelos tradicionales de familia, etc.
Y ante estas noticias tan solo encontramos análisis superficiales que entran en el mayor o menor españolismo de sus actores. Tal vez deberíamos de cuestionarnos si el incidente que acabó con la vida de Carlos no es el resultado de un cúmulo de fallos o influencias en el proceso de socialización, en el sistema educativo, en el ámbito familiar, en los medios de comunicación, etc. O si el enfrentamiento de la Cumbre Iberoamericana no es tan solo una cortina de humo que pretende ocultar la campaña por el referéndum de la nueva Constitución venezolana, esa que pretende aprobar Chavez para perpetuarse en el poder indefinidamente.
En fin que nos encontramos en plena precampaña y es momento de comprobar los resultados de cuatro años de gobierno de Zapatero en España, pero también es momento de valorar cuales son los resultados que nos deja la oposición ejercida por el Partido Popular. A mi la verdad, como español, la política socialista me hace sentirme orgulloso de ser ciudadano de un país que destina más que nadie a cooperación internacional, donde la igualdad entre hombres y mujeres es una realidad que avanza día a día, donde los recursos económicos no son un obstáculo para acceder a una educación en igualdad frente al que más tiene, donde crece el empleo por encima de la media de los países europeos, donde el medio ambiente encuentra respuestas que piensan en el futuro, en el que la economía nos sitúa como octava potencia mundial, etc.
Yo soy de esta España, de la que va Con Z de Zapatero.
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